«Dicen que había una vez un leñador muy trabajador se presentó a una oferta de empleo en un bosque. ¡Este trabajo ofrecía unas condiciones magníficas al trabajador!

El capataz de la obra, viendo la motivación y la energía con la que quería afrontar este nuevo reto, le contrató inmediatamente.

Ese mismo día, el jefe le dio un hacha y le mandó a cortar árboles.

Cuando acabó el primer día, el dedicado leñador había conseguido talar la escalofriante cantidad 18  árboles, una cifra nada desdeñable. Pero el hombre era muy trabajador y quería demostrar que podía hacerlo todavía mejor, y el día siguiente salió a batir su record. Sin embargo, al finalizar el día, solo pudo volver con 15 troncos talados.

Con la intención de cambiar el rumbo de los hechos y con motivación de sobra aún en la mochila, volvió al bosque, pero…

Conforme iban pasando los días el leñador se esforzaba por superarse, pero pese a gastar tanta energía, cada vez volvía con menos árboles. Estaba desesperado.

Tras reflexionarlo mucho, y no sintiéndose digno de recibir ese sueldo, fue a hablar con su jefe para presentar su resignación y explicarle la situación.

– No lo entiendo. Por más que me esfuerce, cada día corto menos árboles.

El hombre que le había contratado le miró y simplemente le preguntó:

– ¿Cuánto hace que no afilas tu hacha?

A lo que el trabajador, muy sorprendido, le contestó:

– ¿Afilar? No tengo tiempo para afilar. Estoy muy ocupado cortando árboles.